Contado por San Manuel González.

“Conque ahora vamos a ver quién es el valiente que me repite la explicación que acabo de daros sobre el misterio de la Inmaculada Concepción. Vamos a ver: ¿quién?, ¿quién?”.

Unas cuantas manecillas de nitidez problemática se abren queriendo decir: ¡aquí está ese valiente!

El favorecido con el uso de la palabra se levanta, se da dos tironcitos a la pretina de los pantalones, se rasca el cerebro tres o cuatro veces, se pasa la manga por las húmedas ventanillas de la nariz, carraspea y dice letra, más o menos:

«La consesión de la Virgen fue un juego al escondé, que le hizo el Señó ar demonio. Como tos los niños chicos nasen moro, porque Adán hiso la grasia de dejarno a tos moros, y encueraos, er Señó no quería que la Virgen que iba a sé madre del Rey de los cristianos y de todos los cristianos de to er mundo, fuera mora en un momentillo siquiera.

¡Hubiera estao bonito eso, er demonio que es el rey de tó los moros mandando en la Virgen!, iqué barbariá! güeno, pos va er Padre eterno y agarra a los ángeles y va y les dise: of ustedes, ¿ustedes sabéis enterao de que ya yegó la hora de que se vaya mi Hijo pa er mundo pa meté aquello en berea?

Güeno, pues tengo que mandá primero a la madre y dispués alijo; y ivaya una Madre que tengo prepará!, pero una cosa voy a decir a ustedes, que es que como er mundo está enfangao con los pecao y er demonio tiene tan piyá toas las puertas, es menester vé cómo arreglamo la cosa que no mos vaya a piyá a esa niña que sin viví todavía me tiene ya loquito perdío… De mi Hijo no tengo miedo ninguno, porque como es Dió lo mismito que Yo, namá que con un sopliyo le hace da la má de vuelta de campana ar demonio.

Pero esa niña es mesté ve, es mesté mucho cuidao. Y ba y dise un ángel: no tenga usté cuidao, Padre terno, que su Hijo de usté tiene grasia pa é, pa su Madre y pa dejá bisco y tuerto ar tío de los pecaos. Güeno, dise el Padre terno, pus andá a bé a mi Hijo y desirle que empiece ya a echá grasia pa bajo que pa ya boy Yo a mandá el alma de la Virgen.

¡Y fue naiya lo que cayó! ¡Er diluvio universal! Paresía que toa las estreyitas der sielo y tos los luseros y er só y la luna y las nubes y tó se venía pa bajo. ¡Josú qué de ruío y que de candelas y qué relámpago! que a los demonios que estaban como los guardas e consumo a la puerta der mundo pa meté er pincho der pecao a tó er que pasara, le entró una jina y un temblique y un doló e tripa que se quedaron esmoresío y encandilao y a tó esto icataplúm! se coló la Vinge en er mundo más limpia que un patena y más reluciente que er só y ba y dise entonces a su gente el capitán de los guarda consumo: juí corriendo que ahí sa colao uno sin pagá y salen tos payá corriendo más que er tío de la lista y ba un ángel y le dise con una mijita de guasa: isí, andá ustedes que ya la piyásteis!

Y cuando llegaron los tío del pincho con el casiyo de la tisne ancá de san Juaquín se le cayeron de la mano tos los avíos, de lo que le sentró al bé una niñita mu chiquita, mu chiquita con una corona de estreyita en la cabesa y una tajá de luna debajo de los pies y la má de demonio berreando por detrá y echando espuma por la boca y disiendo: estamo perdió, perdío.

Y entonces sarmó un ruío mu grande por ensima del techo y soía cantá a los angelitos unas coplas mu bonita que se paresía a la que acá cantamos (cantan todos).

Todo el mundo en general a voces, Reina escogida, diga que sois concebida sin pecado original

Y se acabó ya.